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Cuando Christina Koch era solo una niña, en su jardín infantil colgaban dibujos de cohetes, soles amarillos como botones y estrellas de papel plateado. Pero más allá de esas imágenes infantiles, algo mucho más poderoso flotaba en su mundo: la noticia de que una mujer estadounidense, Kathryn D. Sullivan, acababa de caminar en el espacio el 5 de octubre de 1984. Y casi al mismo tiempo, una cosmonauta rusa también flotaba entre las estrellas.

Para muchos, eso podría haber sido solo una curiosidad lejana. Para Christina, fue una semilla.

“Crecí en un mundo donde las mujeres caminaban por el espacio”, escribió años después en su cuenta de Instagram, @astro_christina. Esa frase no es solo un recuerdo nostálgico: es un reflejo profundo de lo que puede lograr una infancia expuesta a ejemplos audaces. Porque en el corazón de la pequeña Christina no había límites, solo posibilidades.

 

Una vocación que venía de casa

La historia de Christina no empieza en la NASA. Empieza en su hogar. Nacida en Michigan y criada en Carolina del Norte, creció en una familia que alimentó su curiosidad como si fuera oxígeno. Su madre, profesora de matemáticas, y su padre, doctor, no le enseñaron fórmulas ni diagnósticos como tales, sino algo aún más vital: la confianza de que podía hacer preguntas, buscar respuestas y, si era necesario, construir su propio camino hacia las estrellas.

En su casa se hablaba de ciencia, pero también se hablaba de esfuerzo, de sueños que valen la pena aunque cuesten. Christina aprendió que trabajar duro no era una carga, sino una forma de honrar lo que uno ama.

 

Caminatas que abren caminos

Décadas más tarde, Christina Koch no solo recordaría aquellas caminatas espaciales femeninas de su niñez: las haría propias. En octubre de 2019, se convirtió, junto a su colega Jessica Meir, en protagonista de un hito histórico: la primera caminata espacial compuesta exclusivamente por mujeres.

“No era solo un paso para nosotras, era un paso visible para todas las niñas que miran al cielo y se preguntan si pueden estar allá algún día”, dijo en una entrevista posterior. Y lo cierto es que su hazaña cruzó fronteras, inspiró generaciones y dejó claro que cuando una mujer pisa el espacio, no lo hace sola: lleva consigo los sueños de muchas otras.

Pero Christina no se detuvo ahí. Rompió también otro récord: el vuelo espacial continuo más largo realizado por una mujer, con 328 días en órbita. Un récord que no fue fruto de la casualidad, sino de años de dedicación, de noches en vela, de no bajar los brazos cuando el camino se hacía empinado.

 

La misión Artemis II y un viaje con historia

Hoy, Christina Koch es parte de algo aún más grande: la Misión Artemis II, la próxima gran misión tripulada de la NASA que llevará a una mujer cerca de la Luna por primera vez. Y no es casualidad que ella esté en esa tripulación. Es un símbolo. Una mujer que creció sabiendo que podía volar, que caminó por el espacio y que ahora va en camino al satélite que tanto soñó de niña.

Su historia es un círculo que se cierra, pero también una espiral que se expande. Porque gracias a mujeres como ella, hoy hay niñas que dibujan cohetes y saben que esos dibujos no son fantasía: son planos de su futuro.

 

Créditos:NASA

Wilma Ortega

Soy Wilma Ortega, empresaria y apasionada por la innovación tecnológica y los descubrimientos científicos.

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