Hay entrenamientos que no caben en una sala de simulación. Que exigen más que un manual o una rutina. Que duelen en los músculos, se graban en la memoria y modelan el carácter. Christina Koch lo sabe bien. Para ella, prepararse para una caminata espacial no comienza en la Estación Espacial Internacional ni termina en el laboratorio de Houston. Empieza —y a veces culmina— en los lugares más salvajes de la Tierra.
Una vez, en su cuenta de Instagram, Christina compartió una imagen que dice más que mil palabras: ella, diminuta, escalando una montaña nevada imponente. Junto a la imagen, escribió: “Algunos de los mejores entrenamientos para paseos espaciales se encuentran en los lugares más improbables. Trabajo en equipo, equipamiento, técnica, paciencia, confianza, planificación, diversión, belleza… y antebrazos doloridos”.
Ese mensaje, que podría pasar desapercibido entre tanto contenido digital, es en realidad un manifiesto. Una radiografía del tipo de astronauta —y de persona— que es Koch.
Montañas que enseñan a flotar
En las alturas de una montaña, con el viento golpeando el rostro y la mochila pesando sobre la espalda, el cuerpo y la mente aprenden lecciones que luego servirán en el espacio. Escalar en nieve profunda y caminar sobre hielo no es tan distinto a desplazarse por fuera de una nave espacial. Se requiere equilibrio, precisión, calma. Hay que saber escuchar al compañero, confiar en el arnés, anticiparse al paso que viene. Hay que tener temple.
Para Christina, cada paso en tierra firme es un paso simbólico hacia las estrellas.
Más allá del esfuerzo físico
Pero el entrenamiento espacial no se trata solo de músculo. Se trata también de corazón. Koch, ingeniera eléctrica y física, ha enfrentado más de una vez los rigores del entrenamiento con una sonrisa serena. Durante su histórica caminata espacial exclusivamente femenina —junto a Jessica Meir en 2019— no solo rompió récords, sino también estereotipos. Y ese tipo de resistencia no se entrena con pesas: se cultiva con propósito.
Entrenar para salir al vacío del espacio es, en palabras de Koch, “una mezcla de técnica y confianza, de planificación rigurosa y juego espontáneo”. Porque sí, también hay diversión. Porque incluso flotando a 400 kilómetros de la Tierra, los humanos necesitamos encontrar belleza.
Entre el miedo y la maravilla
Hay algo profundamente humano en prepararse para lo desconocido. Christina lo sabe. Cada caminata espacial es una danza con el peligro, una coreografía de segundos vitales. Y sin embargo, ella la enfrenta como quien sube una montaña: paso a paso, mirada firme, respiración controlada.
En cada cable, en cada herramienta que debe enganchar en gravedad cero, hay una decisión milimétrica. Pero también hay poesía. Como cuando describe el espacio como “un silencio que lo dice todo”. Y es que, para Christina, ser astronauta no es solo una carrera, es un lenguaje del alma.
Artemis II: el siguiente paso
Hoy, Christina Koch se prepara para su nueva misión: Artemis II, el primer vuelo tripulado alrededor de la Luna en más de 50 años. Y aunque no pisará el suelo lunar aún, su presencia femenina, fuerte y serena, marca un nuevo capítulo en la historia espacial.
La que una vez entrenó colgando de cuerdas en acantilados congelados, pronto volará más allá de los límites conocidos. Porque para caminar fuera de la nave, primero hay que aprender a caminar dentro de uno mismo.

Créditos: NASA 3502403
Christine Koch es fotografiada durante una caminata espacial